El caso es peculiar, se trata de un hombre de 88 años que, por un problema mental, llevaba muchos años ingiriendo 25 huevos al día. Lo sorprendente del caso es que sus niveles de colesterol eran normales.
El problema cuando se intenta diseñar un estudio para conocer el efecto que puede tener consumir huevos sobre el colesterol, es que no puedes usar a personas para obligarles a consumir esa cantidad de huevos, sin ponerles en peligro. El caso del anciano de 88 era único, y los investigadores aprovecharon la oportunidad (estudio original en inglés).
Lo que todo el mundo conoce como colesterol, no es tal. En realidad, lo que realmente nos puede indicar (con limitaciones) un cierto grado de riesgo cardiovascular es la forma en la que el organismo transporta la molécula del colesterol, principalmente HDL y LDL (colesteroles mal llamados bueno y malo).
El hombre, por comodidad le bautizaremos como Huevoberto, tenía una muy buena salud general. No fumaba, ni bebía, y había sido controlado por su médico durante 15 años, pero fueron incapaces de quitarle esa “adicción”.
El experimento consistió en administrarle “colesterol marcado” por vía intravenosa y oral, y comparar cómo su cuerpo lo metabolizaba comparándolo con un grupo de control sometido a la misma prueba.
Los resultados de Huevoberto fueron los siguientes: colesterol total 200 mg y una proporción HDL/LDL de 0.31. Es decir, unos resultados perfectos. La pregunta es, ¿cómo se las ingeniaba su metabolismo para deshacerse de todo ese colesterol que ingería? Parece que Huevoberto, había adaptado su metabolismo de dos formas. Por un lado, su intestino no absorbía tanto colesterol como en una persona normal. Por otro, aunque todavía absorbía mucho colesterol de más, su cuerpo generaba ácidos biliares que se encargaban de procesarlo.
Su metabolismo se adaptó a la ingesta de tanto colesterol y apenas quedaba exceso como para incorporarse en las placas de ateroma. Y así Huevoberto, puede “disfrutar” como Paul Newman de sus 25 huevos al día.
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